Esta publicaciòn fue tomada de un estudio realizado en el Cementerio Central de Bogotà en el àrea de psicologìa, de la señora Gloria Inès Pelàez, Investigadora Independiente.
Cada 1 de noviembre, DÍA DE LAS ÁNIMAS, la celebraciòn se toma las naves del cementerio y en su interior se vive una fiesta. Algunas agremiaciones que poseen mausoleos para sus afiliados citan a sus miembros y éstos, como una obligación con
los suyos, deben acompañar a los muertos en ese día. En algunas oportunidades, el licor anima el rato durante el que festejan con sus compañeros. Los muertos viven, aunque de otra manera, y con ellos se establece una comunicación particular; de no
ser así, no podría ejercerse el intercambio de bienes y servicios que permite la relación ventajosa para los dos mundos: el de los vivos y el de los muertos.
Todos los visitantes, tanto los de los fines de semana como los de los lunes, día especial de visita por ser el día indicado por el ritual, participan de la creencia en el ánima sola o más desamparada y a ella, de preferencia, dirigen sus oraciones.
La comunicación con las ánimas se establece como si se tratara con un ser vivo: al llegar a la tumba se dan golpes sobre ella en señal de llamado y saludo, se le entregan las flores colocándolas sobre la lápida o se colocan en los floreros, se dejan encima, a veces en forma de cruz; si no se llevan flores se arreglan y riegan las que se encuentran allí. Se enciende el manojo de velas de cebo y se rezan las oraciones. Al marcharse pueden tomarse algunas flores, no las que se han llevado; se apagan las espermas frotándolas, haciendo cruces sobre la tumba y se dan algunos golpecitos en señal de despedida. La devoción a las ánimas es muy milagrosa pero requiere cierto cuidado, pues si no se cumplen las novenas, tal y como se promete y lo exige el ritual, pueden enojarse. La comunicación con ellas está moldeada por unos pasos, pero existe cierto margen en el que los creyentes crean sus propias celebraciones y animan a otros para que los imiten, dándose espacios momentáneos de improvisación.
Frente al mausoleo de la familia Kopp, donde una estatua de bronce representa a un hombre pensativo y sus fieles creen ver en ella la figura de su milagroso, “don Leíto”, una mujer esparce agua entre los devotos que hacen fila y esperan hablarle al oído para contarle sus penas. La mujer obliga a todos a que se arrodillen y a que caminen así hasta llegar a la estatua; mientras se desplazan con gran dificultad, ella les tira el agua bendita que ha traído en una botella y reza a grandes voces. Promete volver cada lunes y anuncia a los creyentes que recibirán su bendición
de nuevo.
Tomado de: www.icanh.gov.co/?idcategoria=1531&download=Y
ENTRE VIDAS Y MUERTES, MUERTES Y VIDAS
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